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Tenía abierto en su mano un pequeño libro. Puso su pie derecho sobre el mar y su pie izquierdo sobre la tierra firme, y dejó oír su voz, poderosa como rugido de león. A su grito respondió el retumbar de siete truenos y una vez que resonaron los siete truenos, yo me dispuse a escribir. Pero una voz me dijo desde el cielo:

— No escribas. Mantén en secreto las palabras de los siete truenos.

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